sábado, 5 de diciembre de 2015

¿Dónde está el límite entre la vida y la muerte?

Desde la época de los egipcios, la existencia de vida después de la muerte había sido una de las preocupaciones primordiales de ésta civilización. Desarrollaron rituales en los que preparaban el cuerpo tras su muerte, incluyendo el tratamiento y embalsamamiento exhaustivos del mismo. Sin embargo, esto no implicaba la preservación de cuerpo y alma en el mundo terrenal, sino en el del más allá.



No solo desde épocas antiguas, sino también en la actualidad, devolver la vida a los muertos ha sido uno de los géneros favoritos del cine y la literatura de ciencia ficción. Algunos científicos incluso se han tomado este fenómeno muy en serio, abriéndole las puertas al campo de la medicina. Estos son Peter Rhee y Samuel Tisherman, de las universidades de Arizona y Maryland, respectivamente.



La posibilidad de sobrevivir a la muerte, cada vez más verídica [2]


Estos experimentos no tienen el objetivo de revivir cuerpos de cientos de miles de años, ni siquiera décadas, sino de incrementar la posibilidad de supervivencia de víctimas de bala, accidentes de coche, atracos, etc. que en ausencia de medios y el tiempo necesario para su tratamiento, han perecido sin posibilidad de salvar sus vidas. A esto es a lo que Rhee y Tisherman intentan poner remedio con el desarrollo de la denominada animación suspendida.

En el proceso de la animación suspendida, todas las funciones de nuestro cuerpo tales como la respiración, la presión arterial y la actividad cerebral, entre otras, se ralentizan hasta el punto de parecer que estemos muertos. El principal factor implicado en la animación suspendida es la hibernación [3].

Un caso peculiar de hibernación es el de Anna Bägenholm, que en un accidente quedó sepultada durante 80 minutos bajo la nieve. Cuando fue rescatada sus constantes vitales prácticamente se habían detenido y su temperatura corporal era de 13.7º. Y aun así, lograron salvarla sin daños cerebrales ni neuronales. ¿Cómo fue esto posible? El doctor Mads Gilbert afirmó: «Su cuerpo tuvo tiempo para enfriarse por completo antes de que el corazón se detuviera. Su cerebro estaba tan frío cuando el corazón dejó de latir, que las células cerebrales necesitaron muy poco oxígeno, por lo que el cerebro pudo sobrevivir por un tiempo bastante prolongado».


  [4] El caso de Anna Bägenholm


El objetivo de Rhee y Tisherman es usar la animación suspendida como una ventaja durante la operación de pacientes cuyas heridas sean letales, proporcionando más tiempo a los cirujanos. Este procedimiento se lleva a cabo mediante el desangrado del cuerpo. La sangre es sustituida por una disolución salina que enfría el cuerpo, reduciendo las funciones corporales para que se detenga o disminuya el consumo de oxígeno. Una vez realizadas las operaciones correspondientes, se volverá a introducir la sangre en el paciente, lo que hará que aumente paulatinamente la temperatura, de modo que el corazón comience a latir de nuevo cuando se alcanzan los 30ºC.

Estos experimentos fueron llevados a cabo previamente en animales (principalmente cerdos por su parecido genético con los humanos), los cuales mostraron una reacción muy positiva a los mismos, sin la mayor existencia de efectos secundarios que los posteriores a una operación normal. También se llevaron a cabo experimentos para confirmar las capacidades cognitivas de los mismos, y comprobar que los daños cerebrales no fueran significativos, obteniendo de nuevo resultados esperanzadores.

Los primeros experimentos de la historia con humanos (los cuales se han visto dificultados en cuanto a los términos moral y ético) comenzaron este pasado mes de septiembre, en el Hospital Presbiteriano UPMC, en Pittsburgh, Pennsylvania, pero aún no se tienen noticias de los resultados.


Referencias:


Noticia: http://www.bbc.com/future/story/20140704-i-bring-the-dead-back-to-life




Marisol González Bermúdez
María Jesús Dueñas Mas

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